sábado, 12 de diciembre de 2009

LIMBO ONE. Balcarce esq. Necochea. Salta. Arg.

Estamos en plena Balcarce, el centro de la vida nocturna salteña. El denominado Paseo Balcarce nos ofrece una amplia alternativa gastronómica y de diversión. Llegando a la esquina de Balcarce y Necochea, encontramos un edificio de nueva construcción y lineas racionalistas, materializado con el uso de piedra y amplios paños de vidrio. El gran acceso, situado sobre la esquina, enmarcado por un pórtico de doble altura, nos invita a descubrir nuevos sabores y alternativas gastronómicas.
En el interior encontramos un salón de dimensiones reducidas, una barra al final y una gran escalera que nos conduce al entrepiso, exclusivamente equipado con mesas.


Nos recibe amablemente Adrian, al cual solicito conocer el lugar para así, elegir la mejor locación interior para comer. El lugar se encuentra decorado con mobiliario de lineas contemporáneas en colores blanco, negro y rojo. Las paredes están vestidas de gráficas de estilo pop con imágenes de cantantes de distinta época y procedencia. Algunos monitores de LCD, proyectan videos musicales.
Elegimos la planta alta, por sus visuales hacia la calle y la tranquilidad que se percibe en el lugar. Instalados en una mesa alta, junto al paño transparente que da a calle Necochea, denotamos la comodidad de las banquetas, a pesar de su altura.
Inmediatamente, se nos pregunta si el volumen de la música es acorde a nuestras preferencias, a lo cual solicitamos, se bajen los decibeles, para poder conversar sin tener que gritar y además que se enciendan los equipos de aire acondicionado, ya que no existe en el lugar ventilación natural.
Preguntamos si se puede fumar, a lo que se nos contesta que sí.
La limpieza del lugar y de la vajilla es la esperada. Sin embargo, la mesa, forrada en una especie de cuero ecológico, presentaba una aureola pegajosa, rastro de una copa apoyada y de una limpieza de mesas poco esmerada.
Los sanitarios son insuficientes de acuerdo a la capacidad del restaurant. Correctamente limpio y desodorizado, el de caballeros cuenta con una sola bacha para lavado de manos, un mingitorio y un inodoro. Entrar al cubículo de éste último es realmente una odisea, ya que es tan poco el espacio disponible, que una vez dentro, el radio de giro de la puerta nos golpea y obliga a rozar el inodoro, y por poco subirnos sobre el artefacto. Debajo de la mesada que sostiene el lavabo, encontramos un balde y un cesto de residuos sin tapa. Poco prolijo y nada agradable a la vista. La dotación de insumos, como papel higiénico, toallas de papel y jabón líquido son las esperadas.


Se nos entrega la carta, una cada dos personas, cosa que dificulta la lectura, por cierto.
El menú es bastante escueto en lo que se refiere a comidas. Presenta no más de diez platos de entrada, mientras que la oferta de platos principales, ronda también ese número. La oferta de platos principales, no contempla preparaciones con aves, ni pescados. La variedad de postres tampoco es demasiado variada. La propuesta de tragos es muy amplia y la de vinos no. Estos últimos se presentan en la misma carta en donde se ofrecen los platos de comida. No cuenta con carta de vinos en forma separada. El mozo nos informa que además de lo propuesto el menú, hay empanadas y tablas de fiambres. Porque ésto no está impreso?
Como entrada fuera de menú, incluida en el precio que se paga en concepto de cubierto, se ofrecen pancitos saborizados con queso, de manufactura casera, junto con una salsa de quesos, ambos de buena calidad y muy rico sabor.
Como plato principal, elegimos Ravioles de Calabaza con una salsa de espinacas y unos Fetuccinis al wok con vegetales. Por cierto, la palabra Fetuccinis se encuentra mal escrita en la carta del restaurante.
Las porciones son de tamaño satisfactorio. Los Ravioles fueron servidos en platos cuadrados sobre una base de dos aceites, uno de espinacas y otro de morrones, que dibujaban sobre el plato un diseño rectilíneo. La pasta en cuestión descansaba sobre ésto, empapada en su salsa de espinacas. Para mi criterio un poco menos de salsa hubiera sido lo correcto. Muy apetitoso y de sabor muy equilibrado, sin invasiones. Muy amable con el paladar. Entusiasman y quiero seguir comiendo éstos Ravioles.
Los fideos, en cambio, fueron servidos en un cuenco, cuadrado también. Particularmente el sabor de éste plato, puedo decir, que era agradable, pero sin despertar asombro. Bien cocido, equilibrado, pero nada más. No sorprende.


Al llegar a los postres, se nos ofrece nuevamente la carta. Seleccionamos en ésta oportunidad Mousse de Limón con Arándanos y Mousse de Baileys.
La Mousse de Limón con Arándanos sorprende por su suavidad y por la frescura de los arándanos, ya que éstos últimos son naturales. No de conserva.
La Mousse de Baileys, escondía en su interior una bochita de helado. Me dio la sensación que éste, era mousse congelado... la cremosidad y la escarcha, no amalgamaban felizmente.
Ambos postres fueron servidos en copas altas, de boca ancha y diseño minimalista, se decoraron con hojitas de menta y unos hilos de caramelo. Cabe mencionar que el caramelo se encontraba en su punto justo. Color dorado, transparente y sabor óptimo. Terminando mi Mousse de Baileys, mi boca descubre algo extraño, un pedacito de telgopor... seguramente se escapo del envase contenedor del helado.
Para terminar, un pocillo de café, llegó humeante a nuestra mesa. Espumoso y a temperatura justa, pero nada de otro mundo. Común.
Para destacar, la esmerada atención del mozo, siempre atento a nuestros requerimientos y en vela, apartado, a una distancia prudente que no le permitia escuchar la charla de la mesa pero si estar disponible por si se lo necesitaba.
Limbo One, una alternativa válida, joven que aún tiene que subsanar algunos detalles para ofrecer un servicio de excelencia. Limbo One, recomendable.